Archivo de la categoría: Crónicas Urbanas

Dos ruedas en una ciudad

Jorge Núñez Lazcano

Son las 8 de la mañana y mientras espero que dé la luz verde miro lo que ocurre en la otra esquina: una joven pareja arriba de sus bicicletas atravesando muy lentamente por el paso de cebra, mientras un chofer de colectivo los mira a la espera de reanudar su paso.  Por un momento pienso que la esquina no pertenece al Santiago que conocemos, sino más bien a una pequeña calle viñamarina o derechamente una avenida europea. Cuándo fue que los ciclistas pasaron de ser una molestia insoportable a ser objeto de respeto para los automovilistas. Por otro lado, cuándo fue que la bicicleta dejó de ser el medio de transporte de estudiantes y trabajadores, para serlo también de profesionales y ejecutivos.
No puedo mentirme. Por lo menos no si sagradamente me movilizo al trabajo todos los días en bicicleta. El respeto no es total y aún se puede pasar un mal rato pedaleando por culpa del descriterio de un tipo al volante. Pero sí hay una cosa clara: algo está cambiando que de un tiempo a esta parte comienza a verse una nueva y saludable convivencia en los traslados dentro de esta urbe.
La crisis económica que afecta al país ha provocado un sinnúmero de problemas, unos convertidos en pérdidas económicas para las empresas y otros que se traducen en desempleos, en dramas familiares y desesperanza. Pero toda crisis, por más mala que sea tiene un lado positivo: el aumento en la desocupación y el mayor endeudamiento de la gente ha provocado que muchas familias vean al automóvil como un lujo y no como un objeto de necesidad básica como se veía en algunos sectores hasta hace 2 años atrás.
Ante lo estresante que resulta ser usuario del Transantiago las opciones se redujeron. Por un lado estaban las motos y por el otro la siempre querida bicicleta. Hace un par de años, poco antes que comenzara a afectar la crisis en nuestro país, ocurrió una verdadera  explosión de  las ventas de  motos, un boom que llevó a la importación de 50 mil unidades sólo en un año. La falta de un servicio de post venta responsable para la decena de marcas chinas que se instalaron en Chile en el último tiempo llevó a que esta cifra se redujera a menos de la mitad. Sin embargo la bicicleta sigue en alza. Aparte del encarecimiento del uso del auto existen otras razones que van desde la necesidad de terminar con el sedentarismo hasta un aumento importante en los kilómetros de ciclovías construidas en la capital. Por otro lado, está el hecho que con el tiempo se ha generado una mayor conciencia ecológica en lo que en regiones apodan como “santiasco” y cómo no, la confirmación de que usando la bicicleta se ahorra más tiempo en una ciudad donde las personas sienten que siempre es escazo.

El fenómeno puede ser actual, pero la relación de la bicicleta y los santiaguinos está lejos de ser nueva. Todo lo contrario, la bicicleta es una verdadera tradición del deporte chileno y así como Chile es un país de poetas, de vino y una serie de otras cosas que pueden estar sujetas a revisión, es también un país de ciclistas. Imposible olvidar las vueltas de Chile en la década de los ochenta cuando la gente se agolpaba en la Alameda para ver a sprinters  nacionales como Fernando “Lobo” Vera o Peter Tormen cruzando la meta con mediapistas que hoy son piezas del museo olímpico nacional.
Sin embargo,  no ha dejado de ser una grata sorpresa e incluso placer poder ver un pequeño cambio en la mentalidad de los automovilistas y choferes y su relación con los ciclistas. Hace no mucho tiempo los micreros tenían la profunda convicción que los ciclistas teníamos el carácter de retornable, como un envase de bebida. De otra forma no se entendían esas encerronas horribles que obligaban a pedalear por las rotosas veredas de Santa Isabel, Gran Avenida o Portugal para velar por nuestras vidas.
 Sí, está claro, las bicicletas han llegado en masa a instalarse hasta quién sabe cuándo, para alegría de los que, junto con la billetera y celular, también agarramos casco y caramagiolla antes de salir de la casa.
Con un largo bocinazo me fijo que la luz cambió de color. La pareja de jóvenes ejecutivos ya cruzó la calle y el taxista hace unos instantes que siguió su rumbo. Antes de pegar el primer pedaleo miro para atrás, un poco para hacer sentir culpable al tipo y me fijo que no era ni operador de Transantiago, chofer de taxi ni el típico conductor atrasado arriba de su auto. Era un ciclista como yo apretando con ganas su bocina de aire comprimido… es ahí cuando confirmo que el stress no sólo anda en 4 ruedas, sino que está aprendiendo a andar en dos también.