Vida de perros, cuando el transporte público les sirve a todos
Si no se tiene vehículo, desplazarse por la ciudad puede tornarse una compleja operación para cualquiera. Con esto del Transantiago hay que programarse. Primero, estimar la hora de salida, después saber en qué paradero ubicarse, luego aprenderse el número del recorrido que se va a usar y ya ubicado en el lugar correcto, encomendarse a la fortuna de dar con un conductor prudente que te permita desplazarte dentro del bus sin terminar en el suelo.
Cultura del desapego
El santiaguino que circula ensimismado por la capital, no sólo no escucha a su ciudad, sino que la destruye, la contamina, la afea. Y, mientras el tiempo pasa, la modernidad se va estrellando con una, poco protegida construcción patrimonial, y en cada esquina de lo que va quedando de historia, se levantan gigantes de espejo y concreto que ensombrecen al legado arquitectónico y con él, la memoria de una comunidad. La contaminación y destrucción son parte y constante de la historia diaria del Gran Santiago.
Lugares de tránsito
Los espacios de tránsito estimulan la divagación del pensamiento, los sujetos que viajan con la mirada puesta en un punto fijo, con un libro en mano o con música en sus oídos, se abren al recibimiento de los pensamientos que surgen en el instante.
Dos ruedas en una ciudad
El fenómeno puede ser actual, pero la relación de la bicicleta y los santiaguinos está lejos de ser nueva. Todo lo contrario, la bicicleta es una verdadera tradición del deporte chileno y así como Chile es un país de poetas, de vino y una serie de otras cosas que pueden estar sujetas a revisión, es también un país de ciclistas.
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