Felipe Mardones
En noviembre de 2006, el poeta argentino Nicolás Domínguez Bedini se unió al diseñador gráfico Gabriel Rud, para realizar una travesía radiofónica que titularon El Monte Análogo. El viaje duró tres años, con transmisiones dominicales desde el departamento de Rud, ubicado a unos pasos del Congreso de Buenos Aires -pleno centro- bajo la señal de unaradio.com.ar, estación virtual que el diseñador aún comanda. En su trayecto, además de las delirantes transmisiones, hicieron una editorial independiente del mismo nombre, en la que publicaron el poemario de Bedini Decirte al oído, además de otros proyectos musicales de algunos colaboradores. En agosto de 2009, ambos decidieron no seguir con las emisiones, pero sin informar sobre los motivos del abrupto desenlace. Por estos días, lo que queda es seguir la pista del experimento radial, gracias al blog en donde más de 140 capítulos se mantienen intactos para ser descargados.
La mezcla auguraba un buen producto final. A Nicolás Domínguez Bedini se le conocía como joven promesa de la poesía argentina, estatus que rechazó después de varias reseñas en la prensa. El motivo; siempre resaltaban una característica que amenazaba con convertirse en un cliché: su sordera congénita versus su trabajo de Dj en fiestas de cumpleaños de quince, bautizos o matrimonios. Pese a que nunca abandonó los versos, desde el anonimato, Bedini no contaba con una plataforma propia para volcar sus urgencias literarias, ni menos el apoyo para comenzar a publicar. Por su lado, Gabriel Rud ejercía en la Facultad de Diseño de la Universidad de Buenos Aires como profesor ayudante, mientras colabora con artistas como León Ferrari y editaba en su página web dos discos como solista. Rud, que conocía el trabajo del poeta, no dudó en invitarlo a participar del proyecto radiofónico que comenzaba a imaginar: El Monte Análogo, un espacio de lectura de poesías en el que se pudiera mezclar música en vivo con improvisación.
El peculiar nombre lo tomaron de la novela póstuma e inconclusa del francés René Daumal, en la que se narra el viaje de una pandilla en busca de la mítica montaña que une la tierra y el cielo. El poeta y el diseñador recuperaron el título y también los episodios de la obra para leerla en fragmentos, iniciando una costumbre que luego se mantuvo con El último Adán, de Julio Verne y Las cabezas trocadas, de Thomas Mann, entre otros textos. En un inicio, las lecturas se realizaron desde el departamento de Gabriel, pero con el paso del tiempo las transmisiones se trasladaron hasta Muñiz, localidad ubicada a unos cuarenta minutos en viaje en tren desde el microcentro bonaerense. Otros capítulos fueron emitidos desde escenarios porteños o regionales; es el caso, por ejemplo, de algunas visitas realizadas a Rosario por invitación del colectivo Planeta X. En aquellos viajes, los cables, las guitarras, los papeles y poemas repartidos en el piso, los asados, las comidas, los viajes en tren, la camioneta de Bedini y las novias, hicieron de la aventura análoga un recorrido que no sólo heredaría el nombre de la novela de Daumal, sino también su final, final que justamente no es un final.
En los años que duró el programa, Gabriel Rud ilustró en la bitácora de El Monte Análogo cada uno de los capítulos, liberando más de 100 representaciones pictóricas de lenguaje literario y sonoro; Nicolás Domínguez Bedini se atrevió a liberar su obra Decirte al oído, a través de la red, y juntos acompañaron a otros cantantes en la grabación, producción y edición de discos artesanales. “Nicolás siempre está atrasado, Gabriel siempre está nervioso y las chicas siempre se enojan”, comentó en la víspera de una presentación el cantante Gastón Caba, colaborador de Bedini y Rud.
Mirando así la obra de El Monte Análogo, el fin del programa no sólo afecta la agenda dominical de sus creadores, sino también trunca la mantención de un proyecto que ignoró las pautas usuales de los programas radiales que hoy conocemos. Es oportuno aclarar que no hubo en ellos la intención de un rescate de fórmulas antiguas, ni tampoco una búsqueda de alguna personalidad sobreactuada que los hiciera identificables. Se trató de unir talento y gracia natural con un coraje que rompió con la monotonía de algunos domingos, legando una pequeña leyenda virtual, un mito escondido entre unos cuantos bonaerenses, pero que fruto de los cables, los poemas, los asados, las novias, los libros, los discos y los viajes -especialmente los viajes- merece una justa revisita.
Visita: